Talleres gratuitos de iniciación a la escritura creativa:
Cada vez me gustan más los relatos cortos que se interelacionan o se hilan de algún modo. En esta novelita, de apenas 95 páginas, se agrupan tres historias que, aunque no tienen que ver unas con las otras tienen un nexo en común que hace más interesante la lectura. ¿De qué va? Tres astronáutas, íntimos amigos, se reunen cada año en una posada enclavada en un entorno natural y tranquilo. Durante esas reuniones se cuentan historias asombrosas sobre sus experiencias espaciales. El hijo del posadero es un adolescente muy interesado en este tipo de historias y, en esta ocasión, se ha propuesto escucharlas y hará lo imposible por conseguirlo. Comentarios. Aunque al principio parece que va a ser Thomas, el hijo del posadero, quien se convertirá en el protagonita, finalmente, las acciones de aquel y de su padre resultan intrascendentes, ya que el único motivo de que existan es introducirnos y servir de comparsas para que los astronáutas cuenten sus aventuras. Cada astronáuta relata a sus compañeros un acontecimiento que han vivido y que se considera de alto secreto. Todos se inician con un misterio que pone a prueba a sus protagonistas. Lo malo es que en ninguno de ellos se da respuesta a todas las preguntas que se generan y te deja, un poco, con la sensación que de que falta algo. Además, las tres historias, aunque interesantes y divertidas, me han recordado mucho a otras tantas que he leído o que he visto en el cine. Antes de que alguien diga que estoy acusando a este autor de «copiar ideas», debo aclarar que simplemente indico que estas historias me han recordado a otras ya publicadas. Como referencia, esta novela se editó en 1987. La primera parece estar inspirada en un personaje del universo Marvel que vio la luz en 1966. Se trata del planeta Ego, un villano mucho más impresentable que el que nos ocupa. La segunda es una mezcla que utiliza una de las ideas principales de una novela maravillosa, Solaris (1961), de Stanislaw Len, convertida también en película. Y, también, una ambientación cercana a Oblivion, una película protagonizada por Tom Cruise (2013). La tercera es la que más me ha gustado, pero inevitablemente también me ha evocado demasiado a una novela de Michael Crichton, que también cuenta con su respectiva versión para el cine: «Esfera» (1987). Es cierto que actualmente ya se ha escrito sobre todos los temas posibles multitud de veces y es normal que los escritores volvamos una y otra vez sobre lo mismo. Es el enfoque del autor el que logra darle originalidad y hacer que una historia mil veces vista o leída cobre interés. En este caso, lo que me ha llamado la atención es que es el enfoque el que me recuerda las lecturas y películas mencionadas y no tanto el tema. ¿Me ha gustado? Sí. De hecho, es una lectura que he colado delante de otras porque me atraía la sinopsis. Esperaba un poco más y, sobre todo, que las historias no dejasen abiertas tantas brechas y que todo se cerrase de una forma más contundente. Por regla general, un final abierto es eficaz cuando hay dos o tres opciones posibles de resolución. Pero si las posibilidades son mayores o se generan más preguntas y, encima, eso ocurre en cada uno de los relatos, pues te deja un pelín chafado. ¿Para quién es este libro? Es adecuado para lectores infantiles y juveniles. También para quienes, independientemente de la edad, deseen iniciarse en la lectura de ciencia ficción, ya que la escritura es sencilla y cercana. Conclusiones. Ciencia ficción entretenida y «blanda», es decir, sin explicaciones enrevesadas y entendibles para todo el mundo sin que sea necesario hacer un máster en astronomía. Cada historia puede leerse de forma independiente y no pasa nada si interrumpes la lectura tras cada una de ellas. Ideal para los chavales a quienes les gusten la ciencia, los misterios del universo, los extraterrestres y, sobre todo, para esos que parece que siempre están soñando despiertos.
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